lunes, 11 de febrero de 2008

ABDERRAMÁN III

Abd ar-Rahman ibn Muhammad, (en árabe: عبد الرحمن بن محمد), más conocido como Abderramán III o Abd al-Rahman III (*Córdoba, 7 de enero de 891[1] –† Medina Azahara, 15 de octubre de 961[2] ), octavo emir independiente (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961), con el sobrenombre de an-Nāṣir li-dīn Allah (الناصر لدين الله), "aquel que hace triunfar la religión de Dios."

El califa Abderramán vivió 70 años y reinó 50. Fundó la ciudad palatina de Medina Azahara, cuya fastuosidad aún es proverbial, y condujo al emirato cordobés de su nadir al esplendor califal. De él dijo su cortesano Ibn Abd al-Rabbihi: "la unión del Estado rehízo, de él arranco los velos de tinieblas. El reino que destrozado estaba reparó, firmes y seguras quedaron sus bases (...) Con su luz amaneció el país. Corrupción y desorden acabaron tras un tiempo en que la hipocresía dominaba, tras imperar rebeldes y contumaces." Bajo su mandato, Córdoba se convirtió en un verdadero faro de la civilización y la cultura, que la monja germana Hroswita llamó Ornamento del Mundo.

Derrotado en la Batalla de Simancas por Ramiro II de León, fue incapaz de reducir a los reinos cristianos del norte de España.

MAPA REINOS DE TAIFAS

MEDINA AZAHARA

























Medina Azahara es una ciudad palatina o áulica mandada edificar por Abderramán III (Abd al-Rahman III, al-Nasir) a unos 5 km en las afueras de Córdoba en dirección oeste.

Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de Ifriqiyya, la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní.


lunes, 7 de enero de 2008

EL SOL Y EL HURACÁN

El sol y el huracán discutían con un árabe, quien de los dos era capaz de hacerle quitar el abehi (la túnica) tejida de pelos de cabras que el beduino usa para protegerse del sol. El sol le dio la primacía al huracán para que comience a presionar con fuertes ráfagas, con tormentas de arena, etc., pero el árabe se hizo fuerte con su abehi y resistió, fracasando el huracán en sus intentos.

Entonces dijo el sol: "Ahora me toca a mí", paró el viento y el sol comenzó a irradiar calor intenso, tan intenso que el beduino no tenía más salida que desprenderse de su abehi y así le ganó la apuesta al huracán.

Moraleja: "No siempre la fuerza es la que logra los objetivos".